Por Miguel Foronda
¿Qué puede causarle la lectura de Dostoievski a una persona de veinte años? Puede cambiarle la vida. Es la mejor manera de describir lo que Dostoievski causó en mi juventud. La lectura de Crimen y Castigo logró que me diera cuenta de la importancia que tienen las ideas en la configuración del mundo y, sobre todo, las que se refieren a la verdad sobre el bien y el mal.
Estaba acostumbrado a ver la moral como un conjunto de normas que seguir. No tenía ni idea de lo que podía llegar a ocasionar en una sociedad la aceptación de que las normas morales son impuestas por los grupos de poder del momento y, por lo tanto, totalmente cambiantes y arbitrarias. Fue Dostoievski el que me despertó del letargo.
Dostoievski, en un momento de la obra, hace considerar a Rodia, el personaje principal, que hay hombres que pueden estar mas allá del bien y de mal. Hombres que por su “grandeza” pueden erigirse como jueces de los otros hombres y usar medios injustos para conseguir lo que se proponen. Esa idea me produjo escalofríos y me llevó a pensar con más profundidad lo nefasto que puede llegar a ser la postura que el bien y el mal son relativos, en este caso a la grandeza personal.
Desde que leí Crimen y Castigo me convencí de la importancia que tiene el estudio y la profundización en los temas morales. En gran medida una sociedad se construye a partir de la concepción que se tengan de estos temas. Pienso que gran parte de los problemas que afrontamos tienen que ver con las tesis que se sostienen sobre el bien y el mal. Recuerdo que en el momento que leí el libro también estaba considerando dedicarme a la docencia y estaba convencido de que, por la importancia que tiene la lucha contra el relativismo moral, mi trabajo lo iba a orientar hacia la profundización en el bien y el mal.
Esa es la razón por la que doy Ética y es la razón por la que pienso que vale la pena.
¡La culpa la tiene Dostoievski!
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